A mí no me gusta la panocha
Si ha de existir un lugar en Medellín donde más se vendan panochas, es la carrera Cundinamarca con Boyacá. Son las once de la mañana y en este lugar, dos vendedores llevan neveras de icopor en las que conservan su mercancía: postres de tres leches. Unos deliciosos manjares que pasaron de ser repartidos en las fiestas de quinceañeras colombianas a ser vendidos en las calles. Un tercer vendedor llega por su capital, fue recibido con el saludo: “¿Quiere panocha?”. Me sorprendí al ver que en vez de una mujer le entregaron una masa de pan suave, rellena con azúcar y coco, con apariencia de empanada gigante.